Archive | September, 2019

La(s) máquina(s) siniestra(s) de Raza de bronce (segunda parte)

25 Sep

El narrador comenta sobre la narración de Quilco, sobre Manuno, que éste último “desfiguró los hechos, rodeándolos de siniestro aparato y dijo cosas que nunca habían pasado […]” (96), esto no es una excepción, sino una parte integral de Raza de bronce.  La propia narración de la novela es a su vez otro “siniestro” aparato. Especialmente en la parte de “El Yermo” abundan aparatos y máquinas siniestras (como la leyenda de Suárez, que distorsiona la realidad, y la aparición del diablo, como afirma Wata Wara antes de ser violada).

Las intervenciones de Suárez son un buen ejemplo de las acciones de una máquina siniestra. Al dirigirse a Wata Wara por primera vez, Suárez le dice: “hechicera ondina de este piélago formado por las lágrimas” (219), a lo que Pantoja responde: “¡Cállate, ganso, y habla como gente!” (219). La expresión de Suárez no es la de “la gente”, es como la de Quilco, torcida, exagerada, la de un “animal”. Una máquina siniestra es anormal. Entonces, Suárez es animalizado por el mismo mecanismo que permite que los indígenas sean comparados a lo largo de toda la novela con bestias o cualquier otro cuerpo. Este mecanismo es cualquier forma de expresión verbal, el lenguaje. Las palabras, como forma de expresión narrativa y poética permiten poner en un mismo nivel a todos los personajes. En otras palabras, la lengua vuelve posible que Pantoja vea al mundo a la manera de Hobbes, o como mejor lo dice Tokorcunki, un mundo donde todo se resume a: “matar o morir” (266).

No es gratuito que Tokorcunki reconozca que: “algún veneno horrible han de tener las letras” (281). “Las letras” ayudan, pero también someten a todos a un orden de guerra permanente en espera de la formación de un soberano. Sin embargo, la rebelión al final del relato no requiere palabras ni recuerdos. Agiali y los otros marchan a la hacienda con “un deseo de venganza […] en el que no entraba el recuerdo de la zagala [Wata Wara]” (282). De ahí, tal vez, que el final de la novela sea pirotecnia narrativa y rebelde, donde no se narra la afrenta, pero se cuentan perspectivas, colores, gritos. No hay esperanza, pero tampoco abandono a la causa. Quizá la rebelión más eficaz es esa que no espera y no quiere nada, como dice Choquehuanka, pero que se expresa “antes de dejar[nos] en esta tierra”.

El río y el comercio en Raza de Bronce de Alcides Arguedas (primera parte)

19 Sep

El río, narrado con una prosa límpida en Raza de Bronce de Alcides Arguedas, puede hacer mucho. Un cuerpo más en la novela, el río no sólo canta (90), sino que traga (49), roba (48), cambia de curso a capricho (41), mata (48), muge (46), asusta (41) y provoca mazamorras. Todo, al menos en el libro primero, es afectado por el río. La narración de la novela también se comporta como un río. La historia que comienza con Wata-Wara y Agiali pronto toma otro derrotero, y a su vez otras historias como cauces van agregándose al relato.

El comercio es otro elemento que acompaña de forma particular al cauce del río. El motivo por el que Agiali, Quilco, Manuno y Cachapa son mercaderes es porque su patrón los obliga a comerciar su hacienda y la de ellos mismos. El rol de estos mercaderes consiste en aumentar las arcas del patrón y del capataz de la población: como ríos tributarios. El patrón se hace rico por la desposesión de los indígenas. Aún así, como el río, el comercio también afecta de forma positiva las relaciones de los personajes en el relato (las manzanas son el obsequio que Wata-Wara recibe de Agiali para afianzar su compromiso [106]). Ahora bien, el comercio se expresa siempre por “robo”, implícito y explícito. Implícito en la forma en que el patrón roba la fuerza de trabajo y las tierras de los indígenas al obligarlos a comerciar; y explícito en las veces en que Agiali, u otro de sus compañeros, roba cañas, manzanas o higos en el valle. Incluso el intercambio es un robo, pues como dice el primer “valluno” con el que Manuno trata: “Ya sé que me están robando, pero acepto. (22).

Tanto el río como el comercio ofrecen una lógica traicionera. A su vez, la corriente del río siempre varía de forma aleatoria, mientras que los flujos del comercio no. Es evidente que no existe una mano invisible que cambie o regule la intensidad delmercado. Por otra parte, como el río, el comercio también tiene una fuerza constituyente, pues ambos contribuyen para que Agiali y compañía persistan en su existencia. Así, la novela sugiere pensar una lógica de comercio como la que aconseja uno de los personajes vallunos sobre el río: “Es preferible marchar con la corriente, meterse en ella, porque el agua, aunque traicionera, no lo es tanto como el lodo… (41-42).

De cómo una vaca se coló a la fotografía. Tecnologías de escritura en “Aves sin Nido” de Clorinda Matto de Turner

11 Sep

En el proemio de Aves sin nido, Matto de Turner expresa sus ideas sobre el quehacer de la novela: “Si la historia es el espejo […] la novela tiene que ser la fotografía” (3). Así, la escritura, la fotografía y el espejo son tecnologías narrativas que coinciden en dos acciones: la duplicación y la repetición. Más allá del impulso positivista en la novela, hay algunos momentos narrativos que tensan la forma del relato costumbrista y recuperan la posible emergencia de eventos inesperados en la dinámica del texto.

La narradora dice, por ejemplo, sobre las torturas que sufren los indígenas del Perú, que “la pluma se resiste a narrar[las]” (9) y se omiten estos detalles en el argumento. Aún así, la narración recupera algunas de estas tragedias (como la de la hija menor de los Yupanqui, que pudo haber sido “vendida y exportada” [31]). Si la historia, para Matto de Turner, es un espejo, la “historia narrada” en la novela es una fotografía y ésta queda sometida a las formas de expresión que el artista/fotógrafo decida mostrar. Sin embargo, como la pluma de la narradora de Aves sin nido, que en un primer momento se resiste a narrar, luego la propia pluma narra sin pedir permiso. Igualmente, una fotografía puede traicionar las intenciones que la motivan.

La narración “refleja” las ideas reformistas de la autora (sobre la religión, mayormente). Simultáneamente, se duplican tres figuras, anotadas también por Cornejo Polar, el estado, los jueces de paz y el clero. En este sentido, el estado se parea con la fotografía; el poder judicial con la escritura; y la religión con el espejo. Aves sin nido aboga por una reforma al estado para que éste se decida a “fotografiar” todas las realidades sociales del país (llegue hasta las montañas). También, se exige educación para los jueces de paz (narrados como ignorantes en el relato). Finalmente, se apuesta por reformar la religión para que, cual espejo límpido, ayude al cuidado moral y del cuerpo, pero no reprima la sensualidad. El problema con el reformismo, como sugiere la prosa de Matto de Turner en la escena del accidente de tren (muy contemporánea, por cierto), es que es frágil. Una vaca sí puede arruinar el retrato del progreso, y al mismo tiempo dar cuenta, en este “estropeado” retrato, de otra vida que se reproduce y se continúa, una de lo inesperado y de lo común en los Andes.

Introduction

5 Sep

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My name is Ricardo and I’m a grad student at the Hispanic Studies Program. I’m interested in literature, critical thinking, theory and philosophical thought. All comments are welcome!

 

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Ricardo