Lituma en los Andes (1993) es como Edipo en Colono (401 a.C): los personajes principales de ambos textos viven guiados por las historias que le cuentan los otros personajes para poder ubicarse, ya que Edipo está ciego y Lituma es incapaz de ver la complejidad con la que se topa en el poblado de Naccos. En el caso de Lituma, los sonidos juegan un papel central en la forma en que se desarrollan sus acciones y, más aún, la manera en que estos sonidos son narrados también dan forma a la novela.
La vida de Lituma, en la primera parte de la novela, pudiera resumirse en escuchar y no confiar y repetir este ciclo (además de no comprender). Por otro lado, desde la primera mujer que se queja por la desaparición de su esposo, se dice que Lituma escuchaba esa voz como “sonidos indiferenciables que […] le hacían el efecto de una música bárbara” (9). Lituma y la novela misma pronto se convierten en radios, en transmisores que por la altura y la distancia son como la radio que tiene la guardia civil de Naccos, “una radio de pilas que, si no había desarreglos en la atmósfera, captaba Radio Nacional y Radio Junín. El cabo y el guardia pasaban tardes y noches pegados al aparato, tratando de escuchar las noticias de Lima o de Huancayo (10). Por consiguiente, Lituma no sabe si lo que escucha es cierto y más aún, si sus palabras no son repetición de alguna de las estaciones que escucha. A su vez, la novela se va construyendo como una radio que se balancea entre la narrativa de Tomás, contada como radio novela y los textos sobre los turistas (11); el opa (25); el alcalde (37); la ecologista (51); y el comerciante (70) como propaganda radiofónica nacional.
Ahora bien, Sendero aparece como un ruido que exige silencio (14) a toda transmisión radiofónica. Como un cordón de dinamita, Sendero explota en la narrativa y cimbra la radio que transmite. Así, al texto lo pueden intervenir diferentes frecuencias, a veces frecuencias con tantas voces (como de los que forman Sendero) que se acercan al ruido blanco, al silencio. No importa tanto si Sendero es incomprendido o ambivalente, sino que el amor a su causa es como el amor de Tomás al secuestrar el autobús y llevarse a Mercedes: un dominio del amor (y de la violencia), un amar odiando, a la Žižek. ¿Pero, esto es suficiente?