Tarde en las manos que labran y truecan,
el cansancio extenúa el tacto,
pero nunca seden a ningún pacto,
los ojos del judío amo de la rueca.
Se teje un manto porque el cristal lo harta.
La transparencia es un robo en el acto,
para sentidos picudos, de cacto,
seres secos que cargan vista tuerta.
El judío bien sabe, el destierro
no evita las penas, ni esconde nada,
pero más vale el manto del encierro,
que no oculta, sino que abre y no ata,
un manto que construye al dios certero,
la infinitud de potencia fugada.